Una vez hechos todos los trámites nos fuimos a la puerta de nuestro vuelo a esperar, todavía quedaba como hora y media para que saliera el vuelo. Después de más de una hora en la sala de espera, empezaron a llamar a ciertas personas por megafonía, de 4 en 4. Al tercer turno me llamaron a mí. Yo pensaba que era para ir entrando al avión, aunque me extrañaba que no nos llamaran a Ana y a mí a la vez.
Y estaba en lo cierto, no me llamaron para que fuera entrando en el avión, sino porque mi maleta era sospechosa, como todas las demás maletas de los que habían llamado antes que a mí. En Colombia cuidan bastante las mercancías desconocidas, ya que saliendo de allí, pueden llevar drogas ocultas. Bueno, yo llevaba jamón serrano y era sospechoso por eso. Después de que un militar me revolviera toda la maleta y se diera cuenta de que el jamón no es peligroso, me volvió a colocar todo, nunca como estaba antes, y me dio el OK para volar a Panamá. Antes que mi maleta, habían revisado exhaustivamente la maleta de una chica que traía Colacao de España, el militar no se fiaba nada del Colacao y estuvo a punto de requisarlo y detener a la chica, pero al final cedió también.
Al igual que en el aeropuerto de Bogotá se notaba como era el país, Panamá me dio muy buenas impresiones y me gustaría visitarlo en los próximos meses, además me han hablado muy bien de Panamá por aquí. Queda apuntado el viaje.
En el último vuelo, de Panamá a Guatemala, fuimos en primera clase, no sé cómo funciona esto, si después de 16 horas de viaje ya te regalan una primera clase, o yo que sé, pero en nuestra reserva no teníamos primera clase, así que nos llevamos una grata sorpresa. La pena es que el vuelo fuera corto, menos de 2 horas, pero se agradecen los asientos de primera clase y el poder elegir entre 2 menús que no son ni parecidos a la comida de la clase turista, jeje. Nosotros estábamos un poco como desubicados entre tanto ejecutivo y turista ricachón, además era la primera vez que viajábamos en primera clase, así que estábamos un poco cortados y nos parecía que hasta las azafatas sospechaban del error en nuestros billetes pero fuimos tan bien que hasta pudimos dormir 30 minutos, cosa que en las 16 horas anteriores no habíamos hecho.
Al llegar a Guatemala y después de tranquilizarnos al ver nuestras maletas sanas y salvas, fuimos a la salida del aeropuerto, donde Irene, la amiga de Ana del máster que está haciendo las prácticas en Guatemala, nos había dicho que cogiéramos un taxi de los amarillos, que son seguros, los blancos son a precio pactado a la salida y no suelen ser nada seguros. Pues bien, una vez allí, no había ni un taxi amarillo, todos blancos, así que tuvimos que llamar a Irene para que nos mandara uno de confianza. Allí nos dimos ya cuenta, al igual que en Colombia, de cómo era Guatemala, la gente te intenta “ayudar” en cualquier cosa para que le des una propina, todo el mundo te llama para que cojas su taxi, te venden de todo en la misma puerta del aeropuerto, bastante gente vestida en plan indígena…, se notaba que era un país bastante pobre, necesitado, y seguramente por eso, peligroso.
Una vez llegó el taxi, Paco, que era como se llamaba el taxista, nos llevó a casa de Irene. Ella no estaba, pero le había dejado al conserje la llave de su piso y una descripción de nosotros junto con nuestros nombres, así que después de unas preguntas por el telefonillo, el conserje nos abrió la primera valla de entrada a su casa y acto seguido la puerta de entrada. Irene vive en una de las zonas seguras casi al 80% de la ciudad, pero ya hablaré de Guatemala más adelante. Hasta aquí las 20 horas de viaje.
2 comentarios:
Una firmita por aquí!
Muchos besos :)
Qué chulo el blog marcos. A ver si voy teniendo más tiempo y leo más entradas, que hasta ahora no he podido.
Me recuerdas al tío Matt de los Fragle, que estaba siempre de viaje mandando postales a su sobrino sobre el mundo exterior :)
Un abrazo.
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